El origen de este ritual terapéutico se remonta a la Antigüedad. Antiguos manuscritos chinos evocan el uso del masaje 3000 años antes de Cristo.
«Los griegos y los romanos también recomendaban hacerse un masaje para acelerar la convalecencia, regenerar el cuerpo o aliviar el dolor después de los juegos de gladiadores«, comenta Jean-Marc Harel-Ramond, reputado psicoterapeuta francés.
Pero en Occidente, a pesar de los beneficios observados, la práctica ha sido olvidada durante mucho tiempo, debido en particular al surgimiento del cristianismo, que veía con malos ojos todos los procedimientos que involucran el tacto y el contacto físico.
Ahora está volviendo con fuerza a raíz de la medicina alternativa, la necesidad de cuidarse y frenar el estrés de la vida moderna.
Según una encuesta realizada en julio de 2012 por el instituto IPSOS, solo el 5% de los españoles disfrutan de los beneficios del masaje. Ciertamente, fuera de prescripción médica, las sesiones son un poco caras, pero cuando el practicante es de alta calidad, no son ni una comodidad ni un simple lujo.
Más allá del placer y la relajación que proporciona en el momento, el masaje tiene ciertamente virtudes curativas, a corto y largo plazo, indiscutibles. Numerosos estudios clínicos han constatado la relevancia de determinadas maniobras para reducir la rigidez articular y el dolor neuromuscular crónico, aliviar dolores de cabeza y trastornos digestivos, estimular las defensas inmunitarias así como la circulación sanguínea y linfática.
Una vez liberado de las tensiones que lo asaltan, el cuerpo es más capaz de defenderse, en particular para resistir mejor el estrés. Sin embargo, resulta ser el detonante o incluso el acelerador de ocho de cada diez patologías actuales, como subrayan muchos masajistas-fisioterapeutas.
Estos conocidos impactos positivos se atribuyen, desde hace décadas, únicamente al aumento de la temperatura de la piel en la zona tratada, a la eliminación de los desechos tóxicos acumulados localmente, pero también y sobre todo al efecto placebo que genera el ser cuidado y mimado.
Investigadores canadienses han descifrado el funcionamiento interno de sus modos de acción en humanos. Y, ¡sorpresa!, serían incluso más eficientes de lo que imaginábamos en la medida en que es probable que esta práctica genera modificaciones bioquímicas en cadena en el cuerpo que se extienden hasta el corazón mismo de las células, a nivel de su ADN.
Para su estudio, biólogos del Departamento de Enfermedades Neuromusculares y Neurometabólicas de la Universidad McMaster en Hamilton, Ontario, reclutaron a once jóvenes atletas a los que hicieron pedalear en una bicicleta estática durante setenta minutos a toda velocidad.
Luego de este intenso esfuerzo, cada uno de ellos se benefició de un masaje en una pierna. Al analizar muestras musculares tomadas del interior de sus muslos justo antes del ejercicio, diez minutos después del masaje y luego dos horas y media después, los investigadores encontraron que el masaje había desencadenado efectos comparables a un tratamiento analgésico.
Aunque las biopsias de ambas piernas muestran las mismas micro lesiones causadas por pedalear con fuerza, las tomadas de los músculos masajeados concentran muchas menos moléculas inflamatorias que las otras.
Presiones muy fuertes en todo el cuerpo, como las que se realizan durante un verdadero masaje sueco o californiano, también tienen un efecto beneficioso sobre el sistema inmunológico y hormonal. En esta ocasión se estimulan receptores específicos del tacto profundo situados en la dermis, la capa de piel situada justo debajo de la epidermis. Luego envían impulsos nerviosos a la médula espinal, que los lleva al cerebro.
En respuesta, comienza a producir grandes cantidades de dopamina, serotonina y endorfina, las hormonas cerebrales del alivio y el placer que se difunden inmediatamente por todo el cuerpo a través del torrente sanguíneo.
Un estudio estadounidense, realizado en septiembre de 2010 en el Centro Médico Cedars-Sinai de Los Ángeles, demostró claramente que también resultó en una reducción significativa en la secreción de cortisol, la hormona del estrés. Se colocaron catéteres intravenosos en los brazos de 53 voluntarios sanos. Luego, todos se acostaron en una cómoda mesa de masaje, en un entorno estrictamente idéntico.
Pero solo la mitad de ellos recibió un masaje sueco de 45 minutos. El análisis de muestras de sangre tomadas de todos los participantes antes y después de la sesión mostró claramente la diferencia.
En las personas que recibieron un masaje de verdad, se produce un marcado aumento de la concentración de linfocitos (glóbulos blancos del sistema inmunitario) y una importante disminución de la vasopresina, hormona que regula la presión arterial y la liberación de cortisol por parte de las glándulas suprarrenales.
En otros, en cambio, se detecta un aumento de la oxitocina (la hormona de la felicidad). Por lo tanto, el efecto ansiolítico de los masajes no es un simple efecto placebo.
El tacto no es solo contacto físico. Usado hábilmente, puede tener un impacto emocional, conectar al individuo consigo mismo y con los demás, abrirse al contacto interior. Algunos masajes logran evacuar emociones reprimidas, tensiones físicas y psicológicas.
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